domingo, 28 de agosto de 2011

Daniela







Necesito tus labios
que, clandestinos, rosean por la mañana,
y tus palabras alegres de ron
que trasnochan entre los primeros pasos del camino.

Necesito tu cuerpo entregado
entre sueños lentos y salaces
que gira
que tropieza
que jadea
que suda
que golpea el deseo
     y deja la poesía.

Necesito tus besos azules
para sobrevivir.

viernes, 19 de agosto de 2011

Familia

Nunca llegaste a conocer a mi familia, cuando no hay caras los nombres se desvanecen y no forman parte del recuerdo. Mi familia  repite esquema con respecto a mi padre, te explico, él tiene dos hermanas y un hermano, igual que yo y eso a influido en mi vida de una forma extraña. De pequeño observe ese reflejo y de manera inconsciente asigné el destino de cada uno equiparándolo, mis hermanas estarían solteras y juntas toda la vida, mi hermano se casaría y tendría cuatro hijos r- dos y dos - y yo emigraría a Barcelona y volvería al tiempo con alguna experiencia exótica en catalán, con algún antecedente en penales, con un renault dormido, con cierto encanto trasnochado y sirviendo cafés a primera hora de la mañana en el pequíeño restaurante-hotel de mis padres, igual que le pasó a mi tío Jordán .Asumí mi papel sin ser consciente de que para reencarnarse hay que morir, viviendo con un billete comprado en el bolsillo y la maleta a medio hacer. Hasta que se casó mi hermana Eulina no entendí que podíamos cambiar el destino. Solo llegué a tiempo de aprobar unas oposiciones mal remuneradas en el Ayuntamiento pero suficientes para olvidar el ruido de la máquina de café, aunque no me canjearon el billete que guardaba. Por eso, en ocasiones, me sale cara de emigrante esperando volver.

martes, 16 de agosto de 2011

Primera despedida


- Me cuesta decirte esto,  Daniela, hasta pensarlo me produce pudor por vanagloria. Al grano. Creo que Ele se enamoró de mi mientras leía mis subrayados de  poesía. Me dijo que  buscaba en cada hoja "mis frases", casi con más impaciencia que los poemas y otras tantas cosas halagadoras que no pienso repetir
.- Vale, enamorar es mucho, un preenamoramiento, una curiosidad producida por la sorpresa de las cosas que tienes al lado y no las ves. Tampoco yo lo sé. Pero esas cosas se notan. O tal vez tenía fiebre y lo confundo todo. Lo pensé entonces y lo recuerdo ahora, no le he dado más vueltas.

A otra cosa, este fue el último poema que leímos esa noche.
"Para vivir no pidas garantías,
solo tendrás la certidumbre de ser feliz cuando vivas más lentamente que viven los demás,
pues
para
que
la vida no se nos vaya de las manos,
hasta que administremos bien la despaciosidad.
No te engañes apresurándote.
                                              No adelantes la hora,
ya estás en la estación de despedida,
la vida es solo una advertencia."

Después cerramos el libro, intenté regalárselo como consuelo pero afortunadamente no lo aceptó, y nos rozamos en un beso  de despedida  para confirmar los dos voluntariamente que conocíamos las reglas de la métrica.

sábado, 13 de agosto de 2011

Absenta

Pero la sonrisa no aguantó mucho tiempo. Le acaricié la mano, con cariño infantil, se levantó y se abrazó sin distancia sobre mi, dejándose sentir.
 - Lo sé, Daniela, es poca sensibilidad. No era momento para dibujar su cuerpo, pero ¿qué quieres que te diga?. Aún no sabía lo que le pasaba, la sonrisa me hacía presumir la ausencia de enfermedades familiares y el cuello se encontraba abandonado debajo de mi boca...Pero me comporté como un amigo, separándola le pregunté.
 - ¿Dime qué te pasa, que me tienes en ascuas?.
Cuando me contó que había roto con Tomás no participé en su pena, y no sé muy bien por qué, hay cosas que te entristecen y otras que no,  tal vez pensaba que en las fotos salían descuadrados, o no los veía sonreír acompasados, o se emborrachan sin equilibrio, no sé....
Nos sentamos en  el sofá, medio en frente, medio de lado, chocando alguna rodilla, y juntando las dos manos de vez en vez, pero de esa manera que se puede notar - si quieres - la ajenidad de la manos o te puedes hacer el casual, donde las palabras pasan a susurro y te ensimismas en la próxima caricia eventual.
-  ¿Me entiendes, Daniela. ?
Serví dos güisquis con hielo, con mucho hielo. Mientras enfriaba las manos pensé en lo estúpido que estaba siendo, no llevaba traje de baile. Cada cosa a su tiempo.
- No tengo nada más - le dije a Ele - salvo una botella de absenta  para casos de emergencias literarias. Se lo dije con gracia, no con pedantería, y provoqué otra sonrisa que me volvía a distraer.
Seguimos hablando durante mucho tiempo, discurría la conversación entre los cambios de la separación y el libro que seguía sobre la mesa. Cada vez que hablábamos de poesía  conteníamos los labios.

Toc-toc



Llaman a la puerta.

Al abrir me encuentro a Ele, la primera sensación al verla fue de griposa, con la nariz colorada y afilada, ojeras sin disimular y el pelo recogio  dejaba el cuello dispuesto. Me saludó dejando caer algún monosílabo  y entrando en el salón como si aparcara el coche en un garaje, buscando un espacio suficiente y sin peligro de grúa.
- Solo vengo a devolverte el libro que me prestaste.
Seguía con el mismo tono abandonado y clandestino. Abrió el bolso y sacó la antología de Rosales, dejándola con un cuidado de cristal sobre la mesa.
- He subrayado en azul los versos que más me han gustado. Han sido muchos y me ha gustado coincidir contigo en algunos. Al ver tu subrayado me hacía fijarme más en ellos.
Yo aún no le había devuelto el saludo inicial, seguía observándola, sabiendo que fallaba la simetría, volvía a mi memoria tratando de recordar la última vez que nos vimos....
Al abrir el libro vi que estaba encerrado el verso de Garcilaso "mi vida no sé en qué se ha sostenido".
- A mi también me hizo pensar - fueron las primeras palabras que le dirigí, enseñándole a lo que me  refería.
Entonces, dejó el cuerpo abandonado en blando, como si los huesos se volvieran lágrimas. No tardó en esconder los golpes de los gemidos y los suspiros entre las manos. Las yemas de los dedos no eran suficientes para retener toda la tristeza, alguna se refugiaba entre la comisura de los labios y otras se escapaban hasta el mar. Se estaba acostumbrado al sabor de sus lágrimas, pero no a suspirar por sorpresa como si se tratara de un hipo cansino. Me acerqué a ella y le solté
-  ¡Mujer si te da tanta pena, no me devuelvas el libro!
Fue la primera tontería que se me vino a la cabeza, para destensar la situación, y lo conseguí, se quitó su máscara improvisada y se sonrió a tirones sin poder evitarlo.

...

jueves, 11 de agosto de 2011

Playa


El mar no cesa en su monólogo,
con una lengua derramada de espuma
solo cuenta sus olas
concentrado en sumas básicas
y restas al infinito,
y sigue,sigue,sigue,
con su ceceo arrastrado y suave
soñando con un murmullo de arena,
pero sigue y sigue y sigue
orillando el silencio.

Neftalí Ricardo Reyes Basoalto

Rosales conoció a Neruda en Madrid en los años 30 en la tertulia del café Lyon y a la que también asistía Lorca, desde entonces fueron amigos.

Neruda vivía en "la casa de la flores" en la misma calle que Rosales - Argüelles -. Escribió del chileno " Cargado de hombros, grande, grueso y ligero, una de las pocas personas que he conocido que fuera al propio tiempo gruesa y ligera" . También dijo de él que "Nunca buscaba la frase bella, sino ese tipo de expresión pegada al hueso que nos puede producir al oírla el estupor de un hundimiento".

¿Daniela, no hubieras  compartido un café francés con ellos? Sin hablar, con admiración, con ojos derrochados, sonriendo por lo flojo de felicidad. Y mirarlos... igual que te miré yo en la esquina lenta del Convento de las Agustinas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Postdata


Tomás y yo guardamos un amigo en común, Pedro Crisólogo, que le gusta  pasear, fumar en pipa, acariciar y hablar con los perros.Hubo un tiempo que también se cubría con un sombrero de paja,algo roto,  los cabellos largos y se vencía a la izquierda sobre un bordón. Su forma de vivir es extraña y feliz. No le importa demasiado lo que piense de él la prensa rosa, ni se agobia por el dinero y comparte su soledad con haikus de Basho y de Susana Benet. Entre la niñez y la juventud pateábamos el mismo balón y la mismas canciones de protesta, indistintamente. Con el paso del tiempo Tomás vendió su guitarra, Pedro conserva la primera, y yo  guardo, entre el polvo, una acústica y un afinador electrónico. Seguimos compartiendo algunas cervezas y risas.
- Daniela,  ¿te imaginas a Pedro? .
Tomás lo llamó por teléfono, y quedaron para beber algo  y picar unas penas. Cuando le contó la historia, Pedro se quedó impasible, como si ya la hubiera oído a la seis de la mañana en Carlos Herrera, y reaccionó como a mi me gustaría hacerlo en muchas ocasiones, sin diplomacia y con cariño.
- Mira Tomás, se nota que el camino que lleváis es distinto, Ele es cada vez más espiritual y tú más" sinsato".
Es el momento de que lo único en común sean los hijos y los recuerdos, si alargáis las penas perderéis la oportunidad de ser felices. He traído un juego de llaves de mi casa, sabes que tengo una habitación para divorciados recientes. No sé si me habrás llamado por eso, porque eres un poco peseticas, me da igual. Cuenta con ella el tiempo que necesites.
Las llaves se quedaron encima de la mesa poco tiempo.

PD. Las copas las pagó Pedro.



martes, 9 de agosto de 2011

Grados sexagesimales


Tomás también encontraba el ritmo de los suspiros, llevaba ya unos días con la cara distanciada, dejando los buenos días antes de los labios y la cartera vacía en su bolsillo azul.  Runruneaba una idea sin ser capaz de terminar la reflexión. La separación era empezar más allá de la salida, de poseedor pasaría a deudor, de amado a perseguido, debería pedir las escrituras de amistad y posesión, comprarse un reloj nuevo para medir de otra manera el tiempo. Su corazón estaba dividido en grados sexagesimales. Y sus hijos, y sus padres, sus hermanos, y el mundo. Demasiadas cosas. No quería comprar un ramo de flores amarillas para pedir perdón, ni encontrar una excusa en el recuerdo para volver. Seguiría jugando a vivir si aún pudiera cruzar la calle. Pero recuerda como un día Ele le cogió de la mano durante un breve paseo y sintió el frío de la cárcel.
Debería hablar.

lunes, 8 de agosto de 2011

Misericordia quiero y no sacrificios . San Mateo.


Luis García Montero, gran poeta, en el prólogo de una antología de la poesía de Rosales, recuerda como este arriesgó su vida para salvar a García Lorca y a otros. Ian Gibson también lo publicó.
 - Daniela, he leído el primer libro de su biografía. Empiezo a entender las holladuras súbitas de su rostro y el silencio que deja vacío en las respuestas. Para eso me he tenido que remontar a los años donde mi horizonte era otro, donde entre persignarse y la oración transcurría el día, cuando llevar una bellota en el bolsillo como penitencia era el comienzo de la santidad; no preguntes por qué, yo tampoco recuerdo cuando la guardé ni cuando se cayó. Solo así, hipnotizado en una regresión poética, montado en un tiovivo de sensaciones, logro suponer la censura de angustia por el pecado original, donde el tacto de la culpa se queda bordado en el primer babi infantil y nunca logramos quitárnoslo.
En una tertulia taurina, en la que estaba presente Rosales, le preguntaron a Belmonte que si no había tardes en las que los toros le dieran miedo, y contestó, "en ocasiones tengo demasiado miedo para un solo corazón", luego él empleo esta frase entrecomillándola en una poesía.
Con el debido respeto y permiso de la autoridad solo puedo pensar que "Rosales guardó demasiado dolor para un solo corazón".