miércoles, 17 de octubre de 2012

Han sido pocos días
pero hemos andado
extrañamente cómodos y repletos
entre ríos de piedra
con la naturalidad que da el tiempo
y un contrato civil francés.

Qué fácil sería
seguir durmiendo cada noche en un hogar
tapándonos temprano
con sábanas prestadas
y abrazos de mochila,
y cuando se hicieran no más allá de la cuatro,
siempre antes de amanecer,
reclamarte a mi lado
- no me podía resistir -
con caricias madrugadoras
con besos inevitables
tendidos sobre el cuello
abrazándote entre arrullos y ronroneos
y apretando cada vez más
buscando tus pechos frutales
sabiendo que nacen cada día
presintiendo tu sonrisa salaz
y los suspiros dormidos.


Yo, no me acostumbro
sigo despertándome a las cuatro
y abro los ojos
sin ver la luna
ni tus párpados cerrados
y doy vueltas
y me levanto
y cierro la ventana
para que no empiece la mañana
o para que pase el tiempo
y nos encontremos
antes de que pase la vida
entre arcos y bordones.