Buscando en el correo, encontré recuerdos.
Amanece, después de la tormenta. No sabía quién me esperaba
detrás de la puerta. El tiempo se reconcilia con el mes de junio después del
primer café. Es sábado. El aparcamiento subterráneo nunca se completa, unos
cajeros sin personalidad te dan la bienvenida y prestan
fichas. Paso por el
detector de cosas robadas sin miedo, - nunca he pensado en regalarles nada a los del hiper sin su permiso
- antes de llenar el carro,
visito a los 20 libros más vendidos, nunca figuran los de poesía, ni de haiku,
tal vez se escondan entre las cajas de galletas dietéticas… y sigo, peces y pan, - sin milagros - agua,
fruta, espárragos…, es fácil que pruebe algo nuevo aunque venga advertido en
negrita su futilidad, pero es la única aventura que se permite en horario
comercial.
La vida sigue, sin
indicaciones ni límites de velocidad. (Me gusta pensar en ti.)
He colocado cada producto en su sitio,
un orden que posiblemente no tiene un porqué, ¿Dónde colocas tú los spaghetti?
Alguien los colocó en el tercer estante y ese es su lugar. ¿a nosotros nos
colocan o no colocamos? – Suena a marihuana, ¿verdad?- Hay expresiones que ya
no se cambian de traje.
Espero
el momento adecuado para el paseo, con libreta y bolígrafo, y dormirme un poco
con los últimos rayos de sol
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