martes, 27 de diciembre de 2011

Árbol santo




Hará un par de días un amigo me contó una pequeña historia sin darle más importancia, cruzábamos de acera entre la niebla nocturna que, arropándonos, nos enfría y me comentaba su vida infantil, lo dura que fue entre vareo de aceituna, jornales de Andalucía y madrugadas. Hará ya un par de años, que en el cruce de confianza y cervezas ya lo hizo, y lo repite cuando nos encontramos los sábados ente cascos de espuma y oro. Me gusta oírle la misma historia, o parecida; el reproche perdonado a sus padres por quitarlo de la escuela con apenas once años, el trabajo entre la escarcha y la luna, el dolor de manos y de agua... y que solo apagaba con vendas de borrachera y putas. Ahora todo es muy distinto, un bmw azul en el garaje, una moto para la ciudad, una bicicleta para los fines de semana, familia y besos, le han cambiado por completo la vida. Empezó trabajando de albañil, formó una pequeña empresa sin avaricias y disfruta de los beneficios y del esfuerzo, ahora con más calma, pero sin desesperación. Su historia infantil le dejó cicatrices, se remanga para enseñármelas cuando nadie nos ve, no puede olvidarlas. Tal vez aún le ensangrienten alguna camiseta de marca.
De este último sábado no me sorprendía el guión, él sabe que reconozco su historia, pero es inevitable que él hable y yo escuche, al final siempre me da un abrazo, creo que más en reconocimiento de la paciencia que de la amistad - que también -.
El caso es que recordando sus tiempos de aceituna, en una casa grande que tiene en su pueblo de Jaén, me contaba que estando su tía Anabel muy enferma, se fue a casa de sus padres para que la cuidaran,  y se instaló en el dormitorio de mi amigo Isi porque entraba más luz y desde la cama se podía ver un árbol santo y su fruto dorado de invierno. Una noche, en la que sentado sobre el larguero de su cama hablaba con ella le dijo, mira Quiterio - así le apodan en el pueblo, creo que por el parecido a algún bandolero  famoso del lugar  - me encuentro muy mal, llévame a otra habitación.
Mi amigo se extrañó de la petición, - ¿por qué tía?, está usted en la mejor de las camas.
Pero ella insistió, entre suspiros de agonía una y otra vez hasta que  Isi, qué es un hombre fuerte, la cogió entre sus brazos y cruzando el pasillo la pasó a otra . Nada más caer entre las sábanas frías murió.
 - No se quiso morir en mi cama para que no tuviera pesadillas por la noche, veía que la muerte la esperaba en el pasillo - me dijo Isi sin lágrimas en los ojos, pero con cariño.

Al terminar las últimas cervezas nos despedimos con un abrazo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Algo de navidad



Intento ir con la cara al descubierto, pero en estos días el frío corta y a pesar de que estiro el cuello, igual que si me ahogara en mi propia camisa, pienso y siento que iría mejor embozado con bufanda y gorra.
Ayer pasee por el parque, ya era de noche, las luces de la navidad se reflejaban entre las copas de los árboles con la tristeza natural de estos días. Campanas que no tocan, estrellas que no llegan, y dioses que se marcharon sin darnos cuenta.
Hoy saldré por obligación, otra vez, y volveré a pasear entre los árboles y los pensamientos y procuraré llevar la cara limpia y lanzada al viento; pero sé que me encuentro mejor aquí, paseando solo nosotros,  - y alguna mirada despistada.

un violinista
toca Feliz Navidad,
sin monedas

lunes, 12 de diciembre de 2011

Para poder dormir


Al cruzar la carretera y pisar el camino comienza  un relato. Aparecen flores blancas, pequeñas, de lejos simulan los primeros copos del invierno, la niebla envuelve la soledad, un libro de poemas  abriga los dedos helados.
Los campos, aún sin espigas, verdean entre los surcos que  indican el sur. A pesar de la densidad de la niebla se ve con claridad, posiblemente no es necesario mirar muy lejos.
Una paloma con las alas y el cuerpo teñido  en rojo  extraña entre los barbechos grises.

Libro de poemas
en tus manos heladas.
Paloma roja.

Y un haiku regalado inicia mi sueño. (¡ Espero!).

viernes, 9 de diciembre de 2011

Correo



Lo del correo electrónico está bien, cuando me encuentro solo - o medianamente solo  o te echo de menos  - puedo escribirte, aunque no te diga nada, o abro el buzón  y releo varias veces tus palabras, y así, de esa forma tan leve estoy un poco contigo.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sencillez


Aquí estoy,
sentado, desvelado, con la radio,
pensando un poco en la vida
en las ilusiones
en las trampas
en mis amigos de siempre
en los nuevos
en la familia
... en la soledad.

Hago proyectos íntimos para mañana
sin contar con nadie
ni contigo
ni con la pereza.

Recuerdo donde dejé un vara
que me ayuda a ser valiente,
la buscaré
mientras, decido por donde pasaré.
Esos son mis planes.
A la vecina
se le olvidó sumar.
Otoño y bata

Higuera


Llega el invierno.
Entre las ramas
de la higuera, nada,
ni siquiera tú.


A su lado 
un arbusto con bayas rojas
me recuerda la navidad.
Anteayer salí de paseo, no es raro, ¡te he contado ya tantos !, y cada uno suena distinto, tal vez  porque son momentos para mirar de otra manera, porque me detengo más en los pasos, y me distraigo entre los surcos de algunos campos que verdean,  agachándome a ver el perfil. Algún paisano, que también pasa a su modo, cree que el trigo es mio, y que apunto meticulosamente en la libreta lo milímetros de cada espiga. Se nota en la forma de mirar. 
Olía a frío y humo, lo justo para volverse, buscar sin encontrar y seguir. Una bolsa de plástico polvorienta y agrietada se confunde, en un árbol de invierno, con una tela de araña. La higuera ha perdido su identidad y queda reducida a unas ramas desordenadas, leñeras, pinchudas y hambrientas. 
Ayer, con más pereza,  no repetí ese camino, al llegar al primer desvío continué recto, como si volviera de Santiago, recogí una vara para protegerme de los ladridos y de los ciclistas maleducados y cuando dejó de sonar la música regresé  sobre mis huellas cojas.
Fueron paseos demasiado largos, sin ti, Daniela. Hoy me resigno a leer y a descansar cincuenta huesos.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Encuentro


El corazón mantiene el ritmo de la pasión y el gesto lo tengo del bies, llevaba sin verte demasiados días, aunque hablemos cada mañana, no es lo mismo. Me lo notas y me lo dices, como tú dices las cosas, yo también me lo noto, pero me lo callo, disimulo.  Y me haces pensar, mirarme otra vez al espejo - lo hice por la mañana con un sombrero nuevo -. Y sabes qué, encontré enseguida el aire que me enfriaba.
Pero antes quiero recordar el último día que compartimos; nos distribuimos tiempo, vino y sábanas con devoción. Mi corazón se volcaba sobre el tuyo, a horcajadas rompíamos el silencio de la mañana. Y hoy, apenas si me atrevía a estrecharte la mano, como si mis dedos fueran peces, o mi sonrisa ajena.
Con frecuencia creo que soy consciente de que eres un sueño, y respiro profundo mientras caigo de las alturas que tanto me limitan, mientras,  me preparo para estar dispuesto  y que sea un golpe sin cicatrices.
Solamente estrechándote soy capaz de recuperar el equilibrio. Me entiendes.
Aún siento el corazón distorsionado.

martes, 8 de noviembre de 2011

Pesadilla

He soñado que yacía en un armario ennegrecido, con dos hojas de cristal, se encontraba medio enterrado entre ruinas desoladas;  me veía desde arriba, solo me quedaban unos huesos medio deshechos  que se rellenaban con el polvo sucio del ambiente que caía entre los fríos rayos del sol. Estaba cubierto por ceniza y arcilla pedregosa. Sacaba la mano, lenta y meticulosamente, con el cieno que recogía me cubría las fisuras a modo de carne y lo pegaba a mis huesos y así, golpe a golpe, iba formando músculos y  piel pero, todo esto lo realizaba sin orden, partes de mi cuerpo estaban completas, en otras se veían huesos, otras tendones y venas... cuando consigo incorporarme, parezco mordido por las dentelladas de algún animal, tengo la sensación de llegar de algún infierno; a las primeras personas  que veo les arranco, sin pena, trozos de piel que me faltan para completarme, y conforme me voy formando voy olvidando mi pasado, sigo instintivamente luchando para conseguir apariencia humana. Al final me veo, en un espejo, como un hombre, con chaqueta y billetera que empieza una nueva vida y que sonríe - con los dientes de otro -.

lunes, 7 de noviembre de 2011

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El mar


El mar deja de ser mar al acariciar la arena, el mar vuelca baldes de agua sobre  castillos infantiles, el mar sigue lleno de peces sin destino y barcos que lanzan cañas aburridas. El sol  madruga.  
No hace frío, ni calor, bastón, sombrero, todo vale para caminar hacía las casamatas en busca de pólvora y de república.
Flores amarillas, algas,  insectos de colores dormidos entretienen el amanecer.
Voy solo, mirando provocadoramente al naranja del horizonte, retando a la brisa, pero no aguanto mi propio desafío y cabizbajo sigo. Nunca supe pelear.
Prefiero cuando compartíamos los pasos repetidos y secos. Si estoy contigo, Daniela, no necesito hablar del mar.

lunes, 31 de octubre de 2011



Te dejo una esquina de playa sin título, esperando volver para contarte algo; atardece en otoño, la soledad no siempre es fría, distante tal vez...

lunes, 24 de octubre de 2011

Duero



Es fácil pasear entre el crujido amarillo del otoño y el Duero, las hojas acorazonadas de los álamos titilan como estrellas pecioladas - como atrapasueños - entre las ramas más altas; el sol cansado alumbra los últimos colores  ocres sobre el río y  los erizos castaños siembran el suelo del soto.
Miro a los lados, atrás y al cielo, para fijar mi presencia herrumbrosa en este paraje; medito sobre este mundo mítico, húmedo, limpio, buscado por las coordenadas del gps; tal vez, al caminar por los derrumbaderos encuentre el hueco para vivir que deja la naturaleza entre  las bayas venenosas y el ansia trenzada.
 Y sigo … piñas negras anidan en los primeros revuelos de los pájaros, los troncos grisean por los líquenes velludos que los abrigan y la corriente fría del agua se pavimenta con hojas marchitas de fuego. Una vela se va apagando, el sol es la llama, el río el pábilo, la tarde la cera azul  que se derrama.
La mano derecha queda suelta, sometiéndose a ella misma, los dedos se contraen calentando la sangre musculosa, buscando una ausencia que reconoce constante.
Atardece en la ermita de San Saturio y los colores del otoño remontan la sequedad de octubre.

jueves, 13 de octubre de 2011

Liberar un libro



Parece sencillo, si consideras a un libro maldito, liberarte de él, pero en el alma se guardan consignas  que te marcan irracionalmente. Me explico. Te recuerdo que mi educación primera fue en un colegio católico de sotanas y confesión y, aunque mi fe se quedó con mi juventud, no puedo evitar emocionarme con algún Cristo en Semana Santa y tampoco puedo deshacerme de las estampitas de Vírgenes o Santos - que guardo abandonadas entre los cajones - pues por el mismo motivo me resulta imposible romper un libro, parece que cometo un pecado de los de antes.
Daba vueltas a otras soluciones, siempre podría donarlo, pero estaría enviando una maldición a una biblioteca necesitada, con la posibilidad de que pasara por manos jóvenes e inexpertas. Entonces recordé una iniciativa rara con un nombre inglés "bookcrossing" que consistía en dejar un libro abandonado con una nota diciendo a quien perteneció, en qué lugar y una fecha, y solicitando al siguiente lector que una vez conclusa su lectura repita la operación. Parecía una buena idea, y para evitar que pasara por muchas manos lo liberaría sobre algún banco del parque, sin nota, allí, posiblemente, lo tomaría algún viejo con suficiente experiencia en el desencanto de la vida para que no le afectara el mal agüero, es como estar vacunados contra la gripe
Un día de otoño me tomé el día libre  y a eso de las once - pensando que es hora del paseo de las garrotas - me acerqué al parque más concurrido, encontré un banco en penumbra, parecía que solo ahí anochecía, un lugar ideal para el delito.
Eché un vistazo, nadie miraba, lo dejé disimuladamente y me alejé dando varios pasos rápidos al ritmo de los latidos de mi corazón - está claro que no sirvo para delincuente, antes de cometer el atraco sufriría un ataque cardíaco.
Cuando salía del parque, apenas si pasaron cinco minutos, no pude resistir la tentación de volver, eso sí, con disimulo, y ver si lo habían cogido. Me compré una revista en el quiosco cercano y volví, igual que los criminales vuelven. Me acerqué y de lejos se adivinaba que seguía allí, no sé si sentí alivio o desencanto.
En un banco cercano me senté bajo los rayos que compensaban el soplo frío de noviembre y empecé a ojear el último número de "Qué leer". No era capaz de concentrarme en ningún artículo. Pasaron algunas posibles víctimas pero no se percataban del regalo, tal vez debería haberlo envuelto en papel de navidad. A los veinte minutos, más o menos, se aproximó una mujer morena de mediana edad, vestía gabardina y perro, se sentó rozando el libro, pero no lo veía, solo estaba pendiente de su perro, se entretenía en lanzarle un falso hueso y fumar un cigarrillo...

Otra separación


Me dices que no es bueno dejar la cosas a medias, es verdad, terminaré la historia.
Eulina, al cabo del tiempo llegó a mi casa y pasó de la puerta de entrada a la cocina moviendo acompasadamente la cabeza y las piernas y dejándose caer, con flaqueza y con estrépito en una silla baldada. Sacó del mismo bolso marrón el libro de Rosales y lo lanzó sobre la mesa igual que si repartiera naipes, dibujando una parábola ligera y provocando un chasquido de espadas al caer. 
- Ahí, lo tienes. Me ha parecido precioso, profundo, como si hablara de mi.- lo dijo sin levantar los ojos, tratando de ocultar la siguiente oración.
 Cuando un buen libro de poemas habla del lector presente, - malo, malo- las penas están ajironando el corazón como si fuera un sayo inútil.
Esperé en silencio, observando, hay ocasiones en que no se guardan fuerzas para saber nada de nadie, pero era inevitable. Ella aguardó a que se le formaran lágrimas en la garganta y me dijo lo que esperaba oír. 
- Me he separado de Javier. 
En ese momento lo único que se me ocurrió pensar era en la frase, - me he separado de Javier - de quién podía ser, si no de Javier? Pero ese nombre ya sonaba ajeno, raro, blasfemo.
El segundo pensamiento fue del libro, parecía un tanto maldito lo habían leído dos persona y ambas terminaron separándose, incluso a mi últimamente los ligues me iban peor que de costumbre. Seguí cavilando sin prestar atención a las penas de mi hermana, y me propuse deshacerme de los poemas,; un par de gemidos moderados me  volvieron a la realidad y consolé a Eulina con palabras y güisquis, una receta muy socorrida si no el doliente no es abstemio. 
El próximo día te relataré las estúpidas peripecias para alejar el libro.

jueves, 6 de octubre de 2011

Impresión

Observo que cada vez te escribo menos poesías,
pasan los días, las situaciones y los vértigos
y nada,
pero no temas, si es que temes, a nadie más dibujo
en nadie más distraigo las primeras hojas del otoño;
 continúo, como siempre,  buscándote en las estrofas ajenas
y soñando contigo en los desvelos,
y hoy que, por algún motivo, quería impresionarte
sin darme cuenta
me he visto reescribiendo mi último poema, "necesito tus labios azules"
como si hubiera olvidado
ambas cosas
y lo imaginara y lo compusiera de nuevo.

Me planteo si estaré perdiendo la vista poética
-         la poesía es una forma de mirar -
o es la memoria en zigzag que causa estragos
o tal vez evolucione en el silencio,
mudando el exoesqueleto como las arañas en la niebla.

Sin escribir poemas,
- entiéndeme Daniela,-
me estoy conformando con ser parte del mundo aulofóbico
acepto la resignación de la humildad
permanezco indiferente al movimiento útil del tiempo
me alejo de la heridas que trae la derrota,
tal vez me esté liando,
son cosas mías.

Y llevo varias tardes partiendo las frases
como si fueran versos
rompiendo las oraciones
en función de la distancia
y  poco más.

Tendré que esperar mejor ocasión
para impresionarte.

lunes, 3 de octubre de 2011

Eulina II


Nos quedamos calladamente solos, sentados en la cocina, rematando los sabores con dos piedras de Jack Daniel´s y cavilando sobre si empezar una conversación de desamor y esperanzas o seguir bebiendo hasta que llegaran  canciones de ron y lluvia.
Mi reloj estaba parado y el güisqui se derretía entre el hielo, mi único tema de pensamiento últimamente era Rosales, así es que, saqué de mi bolsito el libro manoseado que llevaba como un amuleto obsesivo a todos lados  y le comenté la parte de su vida que enlazaba con la muerte de Lorca y la injuria escarlata que le marcó para siempre. De esa manera conseguí mantener un equilibrio entre la bebida y el desánimo de Eulina. La tarde pasó entre lectura entusiasmada de versos subrayados.
Recuerdo que le entusiasmaron estos:

"Por consiguiente, mientras sigas enamorado no vas a descansar,
el paraíso es necesario volver a hacerlo cada día
pues cuando el corazón llega a la cumbre se queda a la intemperie" L.R.

Cada uno encuentra lo que necesita. Le dejé el libro y la animé para que marcara sus preferencias . Se lo guardó, sin más ruegos, en su bolso enorme y marrón.
Cuando se marchó pensé que se llevaba el destino escrito, solo debía interpretar las runas.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Trasnochada


Paseo cerca del castillo, por calles enjalbegadas de estrellas - el amanecer asoma en rojo - algunos balcones madrugan y tienden sus alfombras domesticadas sobre la barandilla como si fueran blasones de  duelo y lanza. Por este lugar solamente caminan sombras.
Mientras vigilo y respiro, reflexiono sobre la de honradez sin melaza, me da vueltas sobre algún lóbulo limitado del cerebro, lleva todo el día en un pesado vaivén, apareciendo en suspiros y sustos, igual que el recuerdo de un muerto.
Cuando dejo la angostura entro en una plaza, con acacias y bancos amarillos, que suena a lluvia metálica; un par de caños con pico de pato dibujan ondas de piedra sobre el agua ocre; continúan las misma sombras como única compaña. Aprieto el paso y alargo el tranco, pero no consigo dejar atrás la tristeza.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Un motivo para septiembre

Septiembre no ha sido un buen mes para escribir, ni tan siquiera para estar, o tal vez solo sea que hoy grisean las nubes en mi ordenador. 

Como todo el mundo, me alejo de cuando en cuando de esta ciudad llana y también de mi mismo, es solo una cuestión de estrategia alimenticia.
La tristeza, desde que recuerdo, me purifica cíclica y químicamente con cualquier motivo, pagano o sutil. En ocasiones un saludo con desgana, una interferencia en el amanecer, un beso torcido, una sospecha de vejez o de olvido, cualquier excusa sirve para arrinconarme en el lado oscuro del corazón; entonces me encojo, me tumbo en el sofá silente y me arropo con la tibieza de algunas palabras que alargo forzadamente hasta que me ocultan todo el cuerpo, y así, un tanto febril, digiero un trozo de vida, como si se tratara de una digestión pesada.
Esta es la causa de mi afición a la escritura, tejer sábanas de adverbios y nombres propios hasta aceptarme en la soledad estomacal de septiembre.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Septiembre


Oigo por casualidad una canción entre la lluvia que producen los surcos del vinilo  - es adecuada en septiembre - bajo algo las persianas para que la tarde se anticipe y todo sea un instante perfecto; una fotografía tomada desde el ojo de la ventana.
Faltaría, posiblemente,  un poco de humo que distorsionara los libros apilados,  un toque de ceniza en blanco y negro sobre un cenicero robado y un revolver gastado que apuntase a una fotografía misteriosa.
Es otra forma de ver septiembre.
Pero mañana pasearé bajo las acacias y los álamos, pisaré el crujido de las hojas tempranas, y miraré el horizonte suspendido en  el paso, con suerte me cruzaré con los primeros vientos frescos y los sienta como un beso en la espalda; buscaré el color de los labios entre los pétalos de la higuera y bailaré torpemente con las sombras alegres de las últimas alondras; faltaría, para que todo fuera perfecto, un rayo de luna con luz de otoño.
Como recordarte Daniela, que en septiembre eres mi humo y mi luna.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Sin ti.


Hay mañanas sin olor, sin colores de noria y con silencio y a pesar de todo, el paso se sostiene entre los ladridos anunciados y migas de pan. El horizonte pinta más lejano, sin distracción, sin nubes, ni molinos, ni gigantes rotos. Los gorriones huyen hacia las acacias desmochadas y el sol. Ya no me reconocen.
El pensamiento se distrae en si mismo, repitiéndose, como una jaculatoria, uno, dos, tres...hasta veinte y vuelta a empezar, uno, dos, ... veinte.
Solo me saludan los desconocidos,  por cortesía de peregrino, o para calibrar en la voz el peligro de los versos.Tal vez debe ser así.¡Tantos recorridos cojeando! con media barba, aliento dormido y ojos claros.
Miro a la  luna de la mañana para acostumbrarme y no me sale.
En ocasiones, sin aviso, toca desayunar tristeza.
Y en esos momentos secos, miro un recuerdo bajo la lluvia y vuelvo a sonreír.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Eulina


Eulina compartía conmigo la miopía hacia los perfiles de las personas, el desvío de caderas y la expresión palpebral, el resto se diferenciaba - altura, contorno, amigos y futuro -  pero no nos distanciaba. Nunca se sabe porque llega y se mantiene el afecto cuando la excusa no es el sexo. Desde niños siempre nos dábamos con cariño la mano para cruzar las calles poco transitadas aunque después cada uno cojeara a distinta velocidad.
Eulina se casó de blanco con Javier, un hombre al que mi hermana siempre miraba los labios; en una ocasión después de que compartireran sábanas y cocina varios años, la vi abandonarse sobre la boca de su marido, pensé que todo lo demás no le importaba. Las obsesiones pasan aunque tengan explicación.
Un mediodía vinieron a casa, los dos sonreían mientras intercambiaban caricias blandas y platos pero, cuando Eulina me comentó que no podía dejar de mirar una nueva lámina de frutas distorsionadas que colgaba en la cocina, supe que se resecaba su mirada y algo terminaba.

domingo, 28 de agosto de 2011

Daniela







Necesito tus labios
que, clandestinos, rosean por la mañana,
y tus palabras alegres de ron
que trasnochan entre los primeros pasos del camino.

Necesito tu cuerpo entregado
entre sueños lentos y salaces
que gira
que tropieza
que jadea
que suda
que golpea el deseo
     y deja la poesía.

Necesito tus besos azules
para sobrevivir.

viernes, 19 de agosto de 2011

Familia

Nunca llegaste a conocer a mi familia, cuando no hay caras los nombres se desvanecen y no forman parte del recuerdo. Mi familia  repite esquema con respecto a mi padre, te explico, él tiene dos hermanas y un hermano, igual que yo y eso a influido en mi vida de una forma extraña. De pequeño observe ese reflejo y de manera inconsciente asigné el destino de cada uno equiparándolo, mis hermanas estarían solteras y juntas toda la vida, mi hermano se casaría y tendría cuatro hijos r- dos y dos - y yo emigraría a Barcelona y volvería al tiempo con alguna experiencia exótica en catalán, con algún antecedente en penales, con un renault dormido, con cierto encanto trasnochado y sirviendo cafés a primera hora de la mañana en el pequíeño restaurante-hotel de mis padres, igual que le pasó a mi tío Jordán .Asumí mi papel sin ser consciente de que para reencarnarse hay que morir, viviendo con un billete comprado en el bolsillo y la maleta a medio hacer. Hasta que se casó mi hermana Eulina no entendí que podíamos cambiar el destino. Solo llegué a tiempo de aprobar unas oposiciones mal remuneradas en el Ayuntamiento pero suficientes para olvidar el ruido de la máquina de café, aunque no me canjearon el billete que guardaba. Por eso, en ocasiones, me sale cara de emigrante esperando volver.

martes, 16 de agosto de 2011

Primera despedida


- Me cuesta decirte esto,  Daniela, hasta pensarlo me produce pudor por vanagloria. Al grano. Creo que Ele se enamoró de mi mientras leía mis subrayados de  poesía. Me dijo que  buscaba en cada hoja "mis frases", casi con más impaciencia que los poemas y otras tantas cosas halagadoras que no pienso repetir
.- Vale, enamorar es mucho, un preenamoramiento, una curiosidad producida por la sorpresa de las cosas que tienes al lado y no las ves. Tampoco yo lo sé. Pero esas cosas se notan. O tal vez tenía fiebre y lo confundo todo. Lo pensé entonces y lo recuerdo ahora, no le he dado más vueltas.

A otra cosa, este fue el último poema que leímos esa noche.
"Para vivir no pidas garantías,
solo tendrás la certidumbre de ser feliz cuando vivas más lentamente que viven los demás,
pues
para
que
la vida no se nos vaya de las manos,
hasta que administremos bien la despaciosidad.
No te engañes apresurándote.
                                              No adelantes la hora,
ya estás en la estación de despedida,
la vida es solo una advertencia."

Después cerramos el libro, intenté regalárselo como consuelo pero afortunadamente no lo aceptó, y nos rozamos en un beso  de despedida  para confirmar los dos voluntariamente que conocíamos las reglas de la métrica.

sábado, 13 de agosto de 2011

Absenta

Pero la sonrisa no aguantó mucho tiempo. Le acaricié la mano, con cariño infantil, se levantó y se abrazó sin distancia sobre mi, dejándose sentir.
 - Lo sé, Daniela, es poca sensibilidad. No era momento para dibujar su cuerpo, pero ¿qué quieres que te diga?. Aún no sabía lo que le pasaba, la sonrisa me hacía presumir la ausencia de enfermedades familiares y el cuello se encontraba abandonado debajo de mi boca...Pero me comporté como un amigo, separándola le pregunté.
 - ¿Dime qué te pasa, que me tienes en ascuas?.
Cuando me contó que había roto con Tomás no participé en su pena, y no sé muy bien por qué, hay cosas que te entristecen y otras que no,  tal vez pensaba que en las fotos salían descuadrados, o no los veía sonreír acompasados, o se emborrachan sin equilibrio, no sé....
Nos sentamos en  el sofá, medio en frente, medio de lado, chocando alguna rodilla, y juntando las dos manos de vez en vez, pero de esa manera que se puede notar - si quieres - la ajenidad de la manos o te puedes hacer el casual, donde las palabras pasan a susurro y te ensimismas en la próxima caricia eventual.
-  ¿Me entiendes, Daniela. ?
Serví dos güisquis con hielo, con mucho hielo. Mientras enfriaba las manos pensé en lo estúpido que estaba siendo, no llevaba traje de baile. Cada cosa a su tiempo.
- No tengo nada más - le dije a Ele - salvo una botella de absenta  para casos de emergencias literarias. Se lo dije con gracia, no con pedantería, y provoqué otra sonrisa que me volvía a distraer.
Seguimos hablando durante mucho tiempo, discurría la conversación entre los cambios de la separación y el libro que seguía sobre la mesa. Cada vez que hablábamos de poesía  conteníamos los labios.

Toc-toc



Llaman a la puerta.

Al abrir me encuentro a Ele, la primera sensación al verla fue de griposa, con la nariz colorada y afilada, ojeras sin disimular y el pelo recogio  dejaba el cuello dispuesto. Me saludó dejando caer algún monosílabo  y entrando en el salón como si aparcara el coche en un garaje, buscando un espacio suficiente y sin peligro de grúa.
- Solo vengo a devolverte el libro que me prestaste.
Seguía con el mismo tono abandonado y clandestino. Abrió el bolso y sacó la antología de Rosales, dejándola con un cuidado de cristal sobre la mesa.
- He subrayado en azul los versos que más me han gustado. Han sido muchos y me ha gustado coincidir contigo en algunos. Al ver tu subrayado me hacía fijarme más en ellos.
Yo aún no le había devuelto el saludo inicial, seguía observándola, sabiendo que fallaba la simetría, volvía a mi memoria tratando de recordar la última vez que nos vimos....
Al abrir el libro vi que estaba encerrado el verso de Garcilaso "mi vida no sé en qué se ha sostenido".
- A mi también me hizo pensar - fueron las primeras palabras que le dirigí, enseñándole a lo que me  refería.
Entonces, dejó el cuerpo abandonado en blando, como si los huesos se volvieran lágrimas. No tardó en esconder los golpes de los gemidos y los suspiros entre las manos. Las yemas de los dedos no eran suficientes para retener toda la tristeza, alguna se refugiaba entre la comisura de los labios y otras se escapaban hasta el mar. Se estaba acostumbrado al sabor de sus lágrimas, pero no a suspirar por sorpresa como si se tratara de un hipo cansino. Me acerqué a ella y le solté
-  ¡Mujer si te da tanta pena, no me devuelvas el libro!
Fue la primera tontería que se me vino a la cabeza, para destensar la situación, y lo conseguí, se quitó su máscara improvisada y se sonrió a tirones sin poder evitarlo.

...

jueves, 11 de agosto de 2011

Playa


El mar no cesa en su monólogo,
con una lengua derramada de espuma
solo cuenta sus olas
concentrado en sumas básicas
y restas al infinito,
y sigue,sigue,sigue,
con su ceceo arrastrado y suave
soñando con un murmullo de arena,
pero sigue y sigue y sigue
orillando el silencio.

Neftalí Ricardo Reyes Basoalto

Rosales conoció a Neruda en Madrid en los años 30 en la tertulia del café Lyon y a la que también asistía Lorca, desde entonces fueron amigos.

Neruda vivía en "la casa de la flores" en la misma calle que Rosales - Argüelles -. Escribió del chileno " Cargado de hombros, grande, grueso y ligero, una de las pocas personas que he conocido que fuera al propio tiempo gruesa y ligera" . También dijo de él que "Nunca buscaba la frase bella, sino ese tipo de expresión pegada al hueso que nos puede producir al oírla el estupor de un hundimiento".

¿Daniela, no hubieras  compartido un café francés con ellos? Sin hablar, con admiración, con ojos derrochados, sonriendo por lo flojo de felicidad. Y mirarlos... igual que te miré yo en la esquina lenta del Convento de las Agustinas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Postdata


Tomás y yo guardamos un amigo en común, Pedro Crisólogo, que le gusta  pasear, fumar en pipa, acariciar y hablar con los perros.Hubo un tiempo que también se cubría con un sombrero de paja,algo roto,  los cabellos largos y se vencía a la izquierda sobre un bordón. Su forma de vivir es extraña y feliz. No le importa demasiado lo que piense de él la prensa rosa, ni se agobia por el dinero y comparte su soledad con haikus de Basho y de Susana Benet. Entre la niñez y la juventud pateábamos el mismo balón y la mismas canciones de protesta, indistintamente. Con el paso del tiempo Tomás vendió su guitarra, Pedro conserva la primera, y yo  guardo, entre el polvo, una acústica y un afinador electrónico. Seguimos compartiendo algunas cervezas y risas.
- Daniela,  ¿te imaginas a Pedro? .
Tomás lo llamó por teléfono, y quedaron para beber algo  y picar unas penas. Cuando le contó la historia, Pedro se quedó impasible, como si ya la hubiera oído a la seis de la mañana en Carlos Herrera, y reaccionó como a mi me gustaría hacerlo en muchas ocasiones, sin diplomacia y con cariño.
- Mira Tomás, se nota que el camino que lleváis es distinto, Ele es cada vez más espiritual y tú más" sinsato".
Es el momento de que lo único en común sean los hijos y los recuerdos, si alargáis las penas perderéis la oportunidad de ser felices. He traído un juego de llaves de mi casa, sabes que tengo una habitación para divorciados recientes. No sé si me habrás llamado por eso, porque eres un poco peseticas, me da igual. Cuenta con ella el tiempo que necesites.
Las llaves se quedaron encima de la mesa poco tiempo.

PD. Las copas las pagó Pedro.



martes, 9 de agosto de 2011

Grados sexagesimales


Tomás también encontraba el ritmo de los suspiros, llevaba ya unos días con la cara distanciada, dejando los buenos días antes de los labios y la cartera vacía en su bolsillo azul.  Runruneaba una idea sin ser capaz de terminar la reflexión. La separación era empezar más allá de la salida, de poseedor pasaría a deudor, de amado a perseguido, debería pedir las escrituras de amistad y posesión, comprarse un reloj nuevo para medir de otra manera el tiempo. Su corazón estaba dividido en grados sexagesimales. Y sus hijos, y sus padres, sus hermanos, y el mundo. Demasiadas cosas. No quería comprar un ramo de flores amarillas para pedir perdón, ni encontrar una excusa en el recuerdo para volver. Seguiría jugando a vivir si aún pudiera cruzar la calle. Pero recuerda como un día Ele le cogió de la mano durante un breve paseo y sintió el frío de la cárcel.
Debería hablar.

lunes, 8 de agosto de 2011

Misericordia quiero y no sacrificios . San Mateo.


Luis García Montero, gran poeta, en el prólogo de una antología de la poesía de Rosales, recuerda como este arriesgó su vida para salvar a García Lorca y a otros. Ian Gibson también lo publicó.
 - Daniela, he leído el primer libro de su biografía. Empiezo a entender las holladuras súbitas de su rostro y el silencio que deja vacío en las respuestas. Para eso me he tenido que remontar a los años donde mi horizonte era otro, donde entre persignarse y la oración transcurría el día, cuando llevar una bellota en el bolsillo como penitencia era el comienzo de la santidad; no preguntes por qué, yo tampoco recuerdo cuando la guardé ni cuando se cayó. Solo así, hipnotizado en una regresión poética, montado en un tiovivo de sensaciones, logro suponer la censura de angustia por el pecado original, donde el tacto de la culpa se queda bordado en el primer babi infantil y nunca logramos quitárnoslo.
En una tertulia taurina, en la que estaba presente Rosales, le preguntaron a Belmonte que si no había tardes en las que los toros le dieran miedo, y contestó, "en ocasiones tengo demasiado miedo para un solo corazón", luego él empleo esta frase entrecomillándola en una poesía.
Con el debido respeto y permiso de la autoridad solo puedo pensar que "Rosales guardó demasiado dolor para un solo corazón".

jueves, 28 de julio de 2011

Paseo IV

Acariciabas entre las manos dos flores acampanadas
una blanca y otra malva,
vestías
pantalones piratas color tibia
cintura sin espada
bolso al costado y aventuras ordenadas de jazz,
... ibas a mi lado.

Un paseo
entre árboles otoñados por el fuego
y flores invisibles,
mirando para no abrazarte,
andaba bajo el sol con un sombrero roto,
suficiente para ser feliz todo el día.

Mañana te diré si aguanta.

Maleta

Ele subrayaba los versos de dolor, los de nostalgia y los de amor profundo mientras suspiraba en azul. Confundía la recopilación de poesías con un libro de autoayuda, como si guardara sortilegios escondidos entre las hojas otoñadas. Al terminar el libro repasó sus últimas muescas;

"la lentitud de esa caricia que se va convirtiendo en un pétalo",

"Más temprano o más tarde lo que vuela se aleja;
este es el precio de vivir"

¿Cómo eran sus caricias?, Ahora formaban parte de un rito previo, obligado por la moda de las revistas   en color pero, entre ellos, solo era una fórmula cortés para emborrachar el silencio y comenzar un desahogo estadístico. ¿Dónde estaban las caricias contenidas de embeleso y admiración?  Recordaba las miradas, ya abandonadas, que se perdían entre su escote o entre los labios, que recorrían sus ojos y su cintura, entre tiernas y lujuriosas. Ahora Tomás, apenas parpadeaba para reconocer su presencia aunque se ajustara la sensualidad después de cenar.

Seguía preguntándose.

¿Volaba, vivía?

Tenía que hablar. Tomás también debería hablar.

De repente ansiaba bajar la maleta - siempre se encuentran en alto - y guardar lo imprescindible para huir.
Dos hijos y un cepillo de dientes.

martes, 26 de julio de 2011

Amigo

Luis Rosales nunca superó el asesinato de Lorca, en una entrevista remarca que nadie esperaba su detención, que hubiera sido fácil evitarlo. El sentimiento de pecado por ceguera está condenado con pena de reproche y tatuaje de cruz amarilla. Cuando le preguntan sobre aquel día, cambia la cara a la de sospechoso, no atravesaría la aduana sin que la guardia civil le registrara todas las anotaciones líquidas de su cartera.
También en el treinta y seis asesinan - ahora los otros - a un intelectual, fundador de la revista "Gallo", amigo de él y de Federico, menos conocido pero no menos dolido, lo tiran por el Tajo de Ronda, se llamaba Joaquín Amigo.

Pablo Neruda dijo «¡Qué decir de Luis Rosales a quien yo conocí naranjo, recién florido en aquellos años treinta, y que ahora es grave poeta, exacto definidor, señor de idiomas! Ahora lo tenemos lleno de frutos, exigente y profundo. Atravesó este mortal antipolítico el momento desgarrador de Andalucía y se ha recuperado en silencio y en palabra»



Le debió de poner alguna penitencia para que se convenciera.

lunes, 25 de julio de 2011

Ahogo

La antología poética editada por Mondadori comienza con un prologo de Pedro Laín, después viene Abril (1953), una dedicatoria "A mis padres y hermanos", el primer poema Égloga de la Soledad, y cita a Garcilaso

"Mi vida no sé en qué se ha sostenido"

Lo que te voy a contar de Ele es por lo que entre unas conversaciones y otras he deducido. En cosas acertaré y en otras no, lo importante son los sentimientos finales y las acciones.

Cuando Ele leyó este primer verso se detuvo, ni siquiera paseó por el prólogo, se quitó las gafas para pensar desenfocando y en seguida rebosaron las penas, al darse cuenta de su tristeza súbita se echó a llorar con más atención, gimiendo, con hondura, con soledad entrecortada, con desahogo. La crisis con Tomás, era como los ciclos económicos y sus cotizaciones, que nadie entiende, una falta de algún producto químico en el cerebro, un vacío por falta de vitaminas o un dibujo a carboncillo que se difumina. Preguntas mojadas. Un cigarro y un café  fueron los únicos amigos que quería ver en esos momentos, para entretenerse en la tristeza, sentir lástima de su lástima, y llorar otro poco más, hasta ese momento que tienes que aspirar una bocanada profunda de aire, igual que si sacaras la cabeza ahogada  debajo del mar.

Prosiguió la lectura hasta las siguiente piedra "porque nada me ha engañado tanto como mi sinceridad". Tal vez estaba cegada "con hojas de robles en las pestañas". El primer movimiento sería aclarar los ojos con agua fresca, ser valiente, mirar con luz de gas los vacíos que la adornan hace mucho tiempo y notar la marca de los  sentimientos. Dejó el libro y al alejarse de él lo miró con inquietud. 

jueves, 21 de julio de 2011

Luis y Ernesto

Al quedarme sin mi libro me dediqué a buscar por internet más versos, y sobre todo la biografía de Rosales. Todo desbarajado. Una entrevista con Sánchez Dragó, otra con Soler Serrano y más. Me entero de cosas que todo el mundo sabe, el dieciséis de agosto de mil novecientos treinta y seis Lorca es detenido, por un pelotón de asalto de más de cien hombres y comandados por Ruíz Alonso, en la casa de Luis Rosales. Federico era amigo de toda la familia Rosales, pero sobre Luis cayó la responsabilidad poética de la muerte. Diría en una ocasión que lo habían insultado en los cinco continentes.

Ahora recuerdo, por haberlo leído hace unos días, que  Ernesto Sabato tras una cena con el dictador reciente Videla en mil novecientos setenta y seis, y a la que también asistió Borges, comentó que el general le parecía un hombre culto, modesto e inteligente; esa frase fue difundida sin contexto y  tuvo que soportar muchos años las acusaciones de otros escritores, hasta de Gabriel García Márquez que lo tildó de actitud inhibitoria.
 Perdona, he perdido el hilo, pero me ha venido a la memoria, como torturas de brujas.
Con la cara de pena que se pintaba, no suena a farsante. Aunque yo sigo sin saber nada.

miércoles, 20 de julio de 2011

No todo es poesía

Los cangrejos son voraces y cambian de color mientras se retuercen sin queja entre aceite, ajo y guindilla.
Cuando llegaron Ele y Tomás, el aperitivo se movía en la sartén, la cerveza estaba fría, el horno esperando y la casa relajada. Seguramente conversamos de las últimas noticias, de las novedades rosas que no llegan a las revistas y de sus hijos incipientes. Con esos temas se puede pasar hasta la cena sin necesidad de levantarse. Pero esa tarde se ungía entre los canapés algo de silencio. Esas cosas se notan. Y en unos de esos descansos les enseñé mi entusiasmo reciente, casi de la misma manera que se muestra un coche recién comprado, al fin y al cabo también los libros se pueden oler.
A pesar del tiempo que nos conocemos les sorprendió mi ánimo excitado y Ele me pidió prestado el entusiasmo.
De los libros dicen que son demasiado orgullosos y si los prestas no vuelven, pero es preferible eso a que el amigo se aleje. ¿no crees?. Mientras iba a buscar el libro Tomás tuvo una llamada de su padre viudo y se marchó con la promesa blanda de volver lo antes posible.
Le pregunté a Ele "¿qué os pasa?". Creo recordar que me contó algo sobre la forma de educar y el modo de gastar. De follar no hablamos, aunque imagino que, con el tiempo que llevaban juntos y el su afición a coleccionar relojes,  los gemidos sonarán a cronometro.
Le recomendé que subrayara sin miedo los versos que más le gustasen. Es otra forma de compartir. Cuando la despedí, mientras se marchaba, le miré el culo. No todo es poesía.

martes, 19 de julio de 2011

Entusiasmo


Tengo la costumbre de marcar las poesías que más me atraen para, en posteriores lecturas, volver a ellas y comprobar si con el paso del tiempo siguen rimando. Pero enseguida me di cuenta que las palabras estaban talladas sobre las hojas y no podría ponerles máculas.


Conoces su poema más famoso 


"Autobiografía"


Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.


Los dos últimos versos los repito, de cuando en cuando, como un mantra.

Aunque mi preferido es el que empieza diciendo 

He caído tantas veces que el aire es mi maestro

y termina con

para toda la vida no basta un solo amor, 
tal vez el nuestro sea para toda la muerte.

¡Preciosos versos!. Ya te contaré algún adjetivo, adverbios y cosas que enamoran. De memoria recuerdo uno refiriéndose a la voz de una monja "nabuconodosora" . ¿Cómo te suena esa voz?
No sé si consigo transmitirte el entusiasmo que me produjo este libro de bolsillo repleto de palabras en negro que se caían de las hojas si no lo abrías con suficiente equilibrio.

Llevaría una semana, más o menos, dando vueltas a los poemas y al autor, cuando me crucé con mi amiga Ele - se llama María Elevación - y hablamos de quedar a comer, de nuestro pueblo y de otras tontunas que se cruzan los amigos más frecuentes cuando quieren estar un rato juntos y no encuentran el camino.  Fijamos un día y un lugar y un principio de comida. El sábado a las dos y media, mi casa y cangrejos fritos. 
Me arrepentí de la cita. 

domingo, 10 de julio de 2011

Retablo de Navidad


Cuando llegué a los poemas de Retablo de Navidad, que están muy al principio de la Antología, me emocioné, tal vez sea la nostalgia de la fe. De tal manera me iba provocando y enganchando que me aprendí esta pequeña poesía, yo que nunca memorizo nada.
Diálogo entre Dios padre y el ángel de la guarda del Niño que regresaba a Belén.
-¿La mula?
-Señor, la mula
está cansada y se duerme,
ya no puede dar al niño
un aliento que no tiene.
-¿La paja?
-Señor, la paja
bajo su cuerpo se extiende
como una pequeña cruz
dorada pero doliente.
-¿La Virgen?
-Señor, la Virgen
sigue llorando.
-¿La nieve?
-Sigue cayendo; hace frío
entre la mula y el buey.
-¿Y el niño?
-Señor, el niño
ya empieza a mortalecerse
y está temblando en la cuna
como el junco en la corriente.
-Todo está bien.
-Señor, pero…
-Todo está bien.
Lentamente
el ángel plegó sus alas
Y volvió junto al pesebre.
Luis Rosales. “Retablo de Navidad”

sábado, 9 de julio de 2011

Lectura

La poesía es un sueño.
Esa misma noche al llegar a mi casa me senté delante del televisor sin voz y comencé la lectura, todo lo que leía me parecía  tierno, simétrico y profundo. Me puse un vaso de vino tinto frío - en recuerdo a mi padre - y continué la lectura hasta que cesó la lluvia con el último verso.
Los ojos enrojecieron del entusiasmo y de las penas compartidas. Me olvidé del tiempo y de la cena, nadie me acompañaba esa noche para recordármelo, amanecía sin rima y debía ir a trabajar. Una ducha fría y un café cortado con dos puntos de sacarina. Un  último vistazo al libro. La mañana era fría, volvía a llover. Como salí con tiempo suficiente para llegar al Ayuntamiento,  opté por una ruta de calle con árboles deshojados y gatos.
La mañana fue larga, la pasé entre bostezos y deseos de releer.

lunes, 4 de julio de 2011

I ching

Quiero contarte una historia, es larga y está llena de detalles que, conforme los repaso, los distorsiono y confundo. De ahí viene parte del título del blog, la otra es la  ilusión de adolescente que sigue como el último sueño al que el paso del tiempo no logra derribar. En principio, la idea es contar todo en breves entradas, poco a poco, de una forma sencilla y ver como se desarrolla. Es la primera vez que hago algo así, te pido que seas indulgente conmigo y que me comentes si dejo puntos sin aclarar, o  detalles que te gustaría que desarrollara más. Es lo bueno de esta manera de contar las cosas, están abiertas.

Todo empezó con la compra de una antología de poesía de Luis Rosales, en una feria del libro. Siempre me gusta darme una vuelta bajo la lluvia tradicional y comprar lo que habitualmente no busco, un libro de profecías de Nostradamus, un libro de poesía de Alfonsina Storni, la Verdadera historia del Oeste, una recopilación de relatos extraños. El poeta solo me sonaba, pero ni recordaba sus poemas ni su cara. Lo abrí al azar, mientras me vigilaba descansadamente el librero de lance, y busqué el motivo suficiente y mínimo para comprarlo. Desde que aprendía lo que era el " I ching" todos los libros los abro buscando la estrofa mágica que me señale las distintos destinos del futuro. Enseguida me fijé en el adjetivo suficiente para justificar la compra, pero no me pidas que recuerde cual fue.

sábado, 2 de julio de 2011

puente



Dejaré tu nombre atado al mio, junto con otras ilusiones metálicas, que pasan, como el río, y tiraré la llave plateada a la corriente, en una noche de luna, tal vez, después me tatúe ese mismo candado.

jueves, 30 de junio de 2011

Besos

Llevo las manos blancas, como casi todo el pelo, y los ojos doloridos de mirar tus labios poderosos, como genistas, como amapolas. Repaso sin cesar el día, para no olvidarlo, ni perderlo entre la lluvia menuda de los haikus; comida, relojes, lágrimas de otros, sesenta y cinco años, ausentes, ron, escapadas, pared desnuda, distancia, llamadas perdidas entre asientos. Y mientras se borran los reproches trato de recordar todos los besos.

domingo, 26 de junio de 2011

Paseo III

No me canso de volver en los fines de semana, repetir el camino hollado y polvoriento; cada sábado encuentro una arruga nueva, voy conociendo los nombres de las ramas, el tiempo de maduración de las sombras, el olor de los árboles, los ladridos enrejados y el escondido vuelo de las palomas. Y siempre descubro un anuncio nuevo. El último. Una foto pegada a la hierba con cuatro mordiscos de celo en la que se buscaba a Irina. No ponía fecha, unos ojos tristes, dos números de teléfono, las características, la promesa cierta de una recompensa, el color predominante del pelo y el mestizaje. Ese día, miré entres genistas, dientes de león y árnicas, pero solo encontré ausencia y las plumas dibujadas de un pájaro en el asfalto, sin hormigas.
Han limpiado las flores secas de la ribera y segado el trigo y las amapolas, pero aún queda alguna, las más íntimas, destacan los pétalos entre el marrón granulado del verano.
Me quité la camiseta, tras el primer silencio, para disfrutar de los primeros rayos del amanecer y aprender a desnudarme antes de estar solo. Me detengo para arrancar las flores y clasificarlas en el olvido, una y otra vez, sin mayor sentido, sin prisas, guardándome en el bolsillo el polen doblemente dorado del aire.
Los soplos de levante reclinan solo a los pequeños árboles de Judea, busco un mensaje desde la costa. Tal vez más tarde.

miércoles, 15 de junio de 2011

Plaza de San Agustín

Estoy aquí en una plaza
descansando mis penas,
mientras miro a las alondras alborotadas
y me recuerdan el refugio de la niñez,
sentado en un bar, solo,
con un vino sin relumbre,
un bocadillo sin hambre;
muerdo el pan
y las migas caen sin reparos al suelo,
¡tal vez se acerque un gorrión!