jueves, 29 de septiembre de 2011

Trasnochada


Paseo cerca del castillo, por calles enjalbegadas de estrellas - el amanecer asoma en rojo - algunos balcones madrugan y tienden sus alfombras domesticadas sobre la barandilla como si fueran blasones de  duelo y lanza. Por este lugar solamente caminan sombras.
Mientras vigilo y respiro, reflexiono sobre la de honradez sin melaza, me da vueltas sobre algún lóbulo limitado del cerebro, lleva todo el día en un pesado vaivén, apareciendo en suspiros y sustos, igual que el recuerdo de un muerto.
Cuando dejo la angostura entro en una plaza, con acacias y bancos amarillos, que suena a lluvia metálica; un par de caños con pico de pato dibujan ondas de piedra sobre el agua ocre; continúan las misma sombras como única compaña. Aprieto el paso y alargo el tranco, pero no consigo dejar atrás la tristeza.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Un motivo para septiembre

Septiembre no ha sido un buen mes para escribir, ni tan siquiera para estar, o tal vez solo sea que hoy grisean las nubes en mi ordenador. 

Como todo el mundo, me alejo de cuando en cuando de esta ciudad llana y también de mi mismo, es solo una cuestión de estrategia alimenticia.
La tristeza, desde que recuerdo, me purifica cíclica y químicamente con cualquier motivo, pagano o sutil. En ocasiones un saludo con desgana, una interferencia en el amanecer, un beso torcido, una sospecha de vejez o de olvido, cualquier excusa sirve para arrinconarme en el lado oscuro del corazón; entonces me encojo, me tumbo en el sofá silente y me arropo con la tibieza de algunas palabras que alargo forzadamente hasta que me ocultan todo el cuerpo, y así, un tanto febril, digiero un trozo de vida, como si se tratara de una digestión pesada.
Esta es la causa de mi afición a la escritura, tejer sábanas de adverbios y nombres propios hasta aceptarme en la soledad estomacal de septiembre.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Septiembre


Oigo por casualidad una canción entre la lluvia que producen los surcos del vinilo  - es adecuada en septiembre - bajo algo las persianas para que la tarde se anticipe y todo sea un instante perfecto; una fotografía tomada desde el ojo de la ventana.
Faltaría, posiblemente,  un poco de humo que distorsionara los libros apilados,  un toque de ceniza en blanco y negro sobre un cenicero robado y un revolver gastado que apuntase a una fotografía misteriosa.
Es otra forma de ver septiembre.
Pero mañana pasearé bajo las acacias y los álamos, pisaré el crujido de las hojas tempranas, y miraré el horizonte suspendido en  el paso, con suerte me cruzaré con los primeros vientos frescos y los sienta como un beso en la espalda; buscaré el color de los labios entre los pétalos de la higuera y bailaré torpemente con las sombras alegres de las últimas alondras; faltaría, para que todo fuera perfecto, un rayo de luna con luz de otoño.
Como recordarte Daniela, que en septiembre eres mi humo y mi luna.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Sin ti.


Hay mañanas sin olor, sin colores de noria y con silencio y a pesar de todo, el paso se sostiene entre los ladridos anunciados y migas de pan. El horizonte pinta más lejano, sin distracción, sin nubes, ni molinos, ni gigantes rotos. Los gorriones huyen hacia las acacias desmochadas y el sol. Ya no me reconocen.
El pensamiento se distrae en si mismo, repitiéndose, como una jaculatoria, uno, dos, tres...hasta veinte y vuelta a empezar, uno, dos, ... veinte.
Solo me saludan los desconocidos,  por cortesía de peregrino, o para calibrar en la voz el peligro de los versos.Tal vez debe ser así.¡Tantos recorridos cojeando! con media barba, aliento dormido y ojos claros.
Miro a la  luna de la mañana para acostumbrarme y no me sale.
En ocasiones, sin aviso, toca desayunar tristeza.
Y en esos momentos secos, miro un recuerdo bajo la lluvia y vuelvo a sonreír.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Eulina


Eulina compartía conmigo la miopía hacia los perfiles de las personas, el desvío de caderas y la expresión palpebral, el resto se diferenciaba - altura, contorno, amigos y futuro -  pero no nos distanciaba. Nunca se sabe porque llega y se mantiene el afecto cuando la excusa no es el sexo. Desde niños siempre nos dábamos con cariño la mano para cruzar las calles poco transitadas aunque después cada uno cojeara a distinta velocidad.
Eulina se casó de blanco con Javier, un hombre al que mi hermana siempre miraba los labios; en una ocasión después de que compartireran sábanas y cocina varios años, la vi abandonarse sobre la boca de su marido, pensé que todo lo demás no le importaba. Las obsesiones pasan aunque tengan explicación.
Un mediodía vinieron a casa, los dos sonreían mientras intercambiaban caricias blandas y platos pero, cuando Eulina me comentó que no podía dejar de mirar una nueva lámina de frutas distorsionadas que colgaba en la cocina, supe que se resecaba su mirada y algo terminaba.