lunes, 5 de septiembre de 2011

Eulina


Eulina compartía conmigo la miopía hacia los perfiles de las personas, el desvío de caderas y la expresión palpebral, el resto se diferenciaba - altura, contorno, amigos y futuro -  pero no nos distanciaba. Nunca se sabe porque llega y se mantiene el afecto cuando la excusa no es el sexo. Desde niños siempre nos dábamos con cariño la mano para cruzar las calles poco transitadas aunque después cada uno cojeara a distinta velocidad.
Eulina se casó de blanco con Javier, un hombre al que mi hermana siempre miraba los labios; en una ocasión después de que compartireran sábanas y cocina varios años, la vi abandonarse sobre la boca de su marido, pensé que todo lo demás no le importaba. Las obsesiones pasan aunque tengan explicación.
Un mediodía vinieron a casa, los dos sonreían mientras intercambiaban caricias blandas y platos pero, cuando Eulina me comentó que no podía dejar de mirar una nueva lámina de frutas distorsionadas que colgaba en la cocina, supe que se resecaba su mirada y algo terminaba.

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