miércoles, 28 de septiembre de 2011

Un motivo para septiembre

Septiembre no ha sido un buen mes para escribir, ni tan siquiera para estar, o tal vez solo sea que hoy grisean las nubes en mi ordenador. 

Como todo el mundo, me alejo de cuando en cuando de esta ciudad llana y también de mi mismo, es solo una cuestión de estrategia alimenticia.
La tristeza, desde que recuerdo, me purifica cíclica y químicamente con cualquier motivo, pagano o sutil. En ocasiones un saludo con desgana, una interferencia en el amanecer, un beso torcido, una sospecha de vejez o de olvido, cualquier excusa sirve para arrinconarme en el lado oscuro del corazón; entonces me encojo, me tumbo en el sofá silente y me arropo con la tibieza de algunas palabras que alargo forzadamente hasta que me ocultan todo el cuerpo, y así, un tanto febril, digiero un trozo de vida, como si se tratara de una digestión pesada.
Esta es la causa de mi afición a la escritura, tejer sábanas de adverbios y nombres propios hasta aceptarme en la soledad estomacal de septiembre.

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