martes, 9 de agosto de 2011

Grados sexagesimales


Tomás también encontraba el ritmo de los suspiros, llevaba ya unos días con la cara distanciada, dejando los buenos días antes de los labios y la cartera vacía en su bolsillo azul.  Runruneaba una idea sin ser capaz de terminar la reflexión. La separación era empezar más allá de la salida, de poseedor pasaría a deudor, de amado a perseguido, debería pedir las escrituras de amistad y posesión, comprarse un reloj nuevo para medir de otra manera el tiempo. Su corazón estaba dividido en grados sexagesimales. Y sus hijos, y sus padres, sus hermanos, y el mundo. Demasiadas cosas. No quería comprar un ramo de flores amarillas para pedir perdón, ni encontrar una excusa en el recuerdo para volver. Seguiría jugando a vivir si aún pudiera cruzar la calle. Pero recuerda como un día Ele le cogió de la mano durante un breve paseo y sintió el frío de la cárcel.
Debería hablar.

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