sábado, 13 de agosto de 2011

Toc-toc



Llaman a la puerta.

Al abrir me encuentro a Ele, la primera sensación al verla fue de griposa, con la nariz colorada y afilada, ojeras sin disimular y el pelo recogio  dejaba el cuello dispuesto. Me saludó dejando caer algún monosílabo  y entrando en el salón como si aparcara el coche en un garaje, buscando un espacio suficiente y sin peligro de grúa.
- Solo vengo a devolverte el libro que me prestaste.
Seguía con el mismo tono abandonado y clandestino. Abrió el bolso y sacó la antología de Rosales, dejándola con un cuidado de cristal sobre la mesa.
- He subrayado en azul los versos que más me han gustado. Han sido muchos y me ha gustado coincidir contigo en algunos. Al ver tu subrayado me hacía fijarme más en ellos.
Yo aún no le había devuelto el saludo inicial, seguía observándola, sabiendo que fallaba la simetría, volvía a mi memoria tratando de recordar la última vez que nos vimos....
Al abrir el libro vi que estaba encerrado el verso de Garcilaso "mi vida no sé en qué se ha sostenido".
- A mi también me hizo pensar - fueron las primeras palabras que le dirigí, enseñándole a lo que me  refería.
Entonces, dejó el cuerpo abandonado en blando, como si los huesos se volvieran lágrimas. No tardó en esconder los golpes de los gemidos y los suspiros entre las manos. Las yemas de los dedos no eran suficientes para retener toda la tristeza, alguna se refugiaba entre la comisura de los labios y otras se escapaban hasta el mar. Se estaba acostumbrado al sabor de sus lágrimas, pero no a suspirar por sorpresa como si se tratara de un hipo cansino. Me acerqué a ella y le solté
-  ¡Mujer si te da tanta pena, no me devuelvas el libro!
Fue la primera tontería que se me vino a la cabeza, para destensar la situación, y lo conseguí, se quitó su máscara improvisada y se sonrió a tirones sin poder evitarlo.

...

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