jueves, 31 de marzo de 2011

Nueva York

Un día me tuve que marchar, la empresa me castigó con una oportunidad y, ya sabes cómo funcionan esos ascensos, igual que las mafias de Nueva York, no puedes ofender al padrino rechazando su inspirada ocurrencia de la mañana, al contrario, le debes sonreír el regalo antes de romper el lazo robado.
 Y te dejé. Un puente en blanco y negro nos separaría de los días casuales. Los encuentros píos de los viernes, los cafés alargados sobre la mañana, la cerveza amarga de los entierros, las noches que nos sujetaban desprevenidos... ¿dónde las buscaría? .Tal vez podrías volar los fines de semana dejando los anillos en el cajón, tal vez encontrara otra escusa para cruzar a tu lado de forma calculadamente espontanea, tal vez las cartas llevaran acentos como abrazos, tal vez sea cierto que el tiempo pasa rápido, tal vez se nos olvide contar los días. Una tarde me ofreciste un sitio a tu lado, sentados, muy juntos, viendo como los demás estaban ocupados en ir y venir, sin más sentido. Y me dijiste: " dentro de poco tú también irás", las palabras eran suaves como un arrullo del Hudson, pero se quedaron a flote, como tinta manchada.
Recuerdo, creo recordar, que mis compañeros me reprochaban mi falta de entusiasmo para esta nueva batalla, ¡un vencedor!,  que conquista el primero la meta, y mientras recibe su medalla llena de dólares, mira el camino que dejó atrás.  Solamente podía repetir, sin cansarme, - volveré, Penélope.

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