miércoles, 2 de marzo de 2011

Gatos

No sé muy bien como contarlo, es un nuevo lenguaje. Habitualmente no recuerdo los sueños, da igual a qué hora me despierte, se quedan dormidos entre la sinapsis de las neuronas. El domingo me levanté  algo más tarde de las nueve – a pesar de que la noche del maratón fue larga – y salí a pasear entre unas ligeras gotas y los rayos fríos del sol, por la calle de los gatos me cruzo uno enseguida - no la llamo así sin motivo-, al ver su silueta recordé. Estaba sentado en un patio, con un rosal a la izquierda, un aljibe encalado en la esquina, el suelo de sanguina y algún geranio colgado en la pared, mecía la silla roja de enea sobre las patas traseras mientras seguía creando la tarde, el cielo de cristal y  nubes ensabanadas; una gatita se acerca suave con su naturaleza sigilosa y se entretiene maullando, surge, entre una cortinas de hilo, un gato con la cabeza xxl, la observa sin intención y, sin pedir consentimiento, la toma con fruición, con lujuria, como si rodara una película triple equis … me da mucho apuro reconocerlo pero era excitante espiar y a la vez me encontraba libre de culpa. Sería redundante hablar de pasión animal, no, era más similar a la  pasión humana. No recuerdo haber visto en ningún documental, ni en la vida real aparearse a dos gatos ( a los leones sí).. Cuando vi al gato desperezarse satisfecho con los bigotes extendidos por su calle, supe que nosotros éramos los gatos. Perdón.

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